El recién recuperado Parque de La Alameda ha acogido este fin de semana la celebración de un Festival Gastronómico Multicultural en el que los chefs no han sido cocineros profesionales, sino residentes o colaboradores del centro de acogida para refugiados de ACCEM en Sigüenza, que el año pasado cumplía treinta años en la ciudad.
En todo este tiempo, por ACCEM Sigüenza han pasado más de 7.000 personas que llegaron a España escapando de su lugar de origen o residencia a causa de la guerra, la violencia o la persecución. Los que decidieron quedarse, son seguntinos de adopción, aportándole a la sociedad local diversidad y riqueza cultural.
Organizado por la propia ONG y por el Plan de Sostenibilidad Turística de Sigüenza, el Festival ha puesto en valor esta gran riqueza cultural, a través de la gastronomía. Cerca de 300 personas, el aforo completo previsto para el Festival y su posterior degustación, se han dado cita en un evento que comenzaba a las doce de la mañana del sábado con las intervenciones de María Jesús Merino, alcaldesa de Sigüenza, Arantxa Pérez, gerente del Plan de Sostenibilidad, y de Braulio Carlés, responsable de ACCEM en Castilla-La Mancha.
María Jesús Merino recordaba que en el municipio viven personas de hasta 52 nacionalidades de origen diferentes. «Estamos muy orgullosos de nuestra pluralidad», afirmaba la regidora en la apertura del Festival, además de agradecer la labor del Plan de Sostenibilidad Turística de Sigüenza y de su gerente, «somos uno de los que cuenta con un grado de ejecución más alto de toda España», destacaba, y su trabajo al equipo de ACCEM en la preparación del evento.
Por su parte, Arantxa Pérez se refería a que el objetivo del Plan es «darle vida turística a Sigüenza», pero también «sostenibilidad, y sostenibilidad social entre las personas que nos visitan, los seguntinos y seguntinas y también esos ciudadanos que viven aquí, venidos de otros países, y que han encontrado en esta tierra una oportunidad y un hogar». La gerente del Plan opinaba que «este Festival es una magnífica manera de integrarles y compartir culturas», antes de invitar a los presentes a disfrutar del evento, y dar las gracias, como había hecho Merino, al equipo de ACCEM por su esfuerzo e implicación, y especialmente «a las ocho cocineras que comparten hoy su cultura públicamente», decía.
Braulio Carlés calificaba a Sigüenza como «un ejemplo de lo que debe ser la interculturalidad y la integración», algo que no sería posible «sin las autoridades, sin la ciudadanía, y sobre todo, sin el magnífico equipo de ACCEM que trabaja en Sigüenza».
A continuación, el Festival comenzaba en formato showcooking. Para ello, la organización había ubicado previamente en La Alameda un gran escenario sobre el que las cocineras de ocho países daban a conocer los platos típicos de sus lugares de origen, atinadamente acompañadas en todo momento por los dos presentadores del evento: Pablo Franco y Mar Jiménez,
La armenia Armine, que lleva 20 años viviendo en Sigüenza, ha preparado un postre, el baklava. Se trata de un dulce típico, que se cocina en todo el país. Sus ingredientes son masa de hojaldre, huevos, azúcar, harina, mantequilla, nueces y miel, a los que hay que añadir los necesarios para hacer el almíbar que lo acompaña: agua, azúcar, una rama de canela y limón.
Una ucraniana, Natalia, ayudada por su hija, cocinó el blinchink, o crep, típico de su país. Procedentes de Odesa, llevan en Sigüenza prácticamente desde que comenzó la guerra de Ucrania. El plato se cocina con cebolla, leche, agua con gas, azúcar, pimiento, huevo, mantequilla, carne de ternera y pollo, y salsa de yogur.
Sandra mostró en el Festival sus empanadas colombianas. Procedente del departamento de Atlántico, lleva tres años viviendo en Sigüenza. Durante la puesta en escena del plato, contó cómo mucha gente, en Colombia, sobrevive comiendo solo un trozo de esta empanada en todo el día, y cómo la cocinaba y vendía antes de amanecer para salir adelante. Los ingredientes son harina de maíz, pimiento, cebolla, zanahoria y carne picada.
Zully, de Venezuela, preparó unos deliciosos tequeños. Nacida en el estado Apure, en la región llanera de Venezuela, lleva cinco años viviendo en Sigüenza. El plato se degusta en familia y se comparte en todas las fiestas de Venezuela. Sus ingredientes son harina de trigo, mantequilla, leche, sal, azúcar, «polvo de hornear» y queso.
La etíope Nani preparó el Inyera con Huet. Nacida en Adis Abeba, vive en Sigüenza desde hace 18 años. El Inyera es un plato muy extendido en toda Etiopía, pero con particularidades en cada región. Para cocinarlo se utiliza la harina de tef, carne de ternera en salsa, cebolla, ajo, tomate, pimiento, sal y un poco de achicoria.
Amina y Mame Awa, de Senegal, prepararon el Yassa-Arroz con pollo. Mame lleva 13 años viviendo en Sigüenza, mientras que Amina sólo lleva seis meses. El plato se puede cocinar con pollo o con pescado, y lleva arroz, aceites, vinagre, pimiento, cebolla, zanahoria, ajo, limón, pollo y un poco de laurel, Avecrem, «aunque en Senegal hay otra marca», contaba Mame, tomate, pepino y aceitunas.
Ameera, afincada en Sigüenza desde 2016 procedente de Bagdad, en Irak, mostró su Biryani. Siendo, como el resto de propuestas, un plato típico de su país, «en el Norte y en el Sur lo cocinan diferente; yo he traído la receta de mi ciudad», señalaba. Sus ingredientes son verduras, zanahoria, patatas, pasas, almendras, arroz, cebolla, fideos y guisantes, y siete especias, con el cardamomo como principal protagonista.
Sabah, de Marruecos y concretamente de una ciudad fronteriza con Argelia, preparó en el showcooking otro postre, el briwat. La marroquí, que lleva 16 años en España, en su mayoría en Sigüenza, explicó que se trata de un postre que se come en ramadán, el mes de ayuno de los musulmanes. Sus ingredientes son hojas de masa brick, almendra molida para decorar, azúcar, goma arábica, mermelada, mantequilla, miel, mantequilla derretida, agua de azahar y clara de huevo.
Después de terminar las presentaciones, el público pudo, en el entorno de los quioscos y fuente de La Alameda, degustar cada uno de los platos, de los que se habían cocinando 300 raciones por cada uno, trasladando a ese entorno la fiesta de la multiculturalidad en la que se convirtió el Festival. Y, mientras tanto, sonaba en la pista de baile, la música de El Tino & La Tina.
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